jueves, 23 de marzo de 2017

¿Es tan difcil perdonar?

Cuando te hacen la comida en casa todos los días, dejas de probar nuevas experiencias culinarias. Te gustaría pero no lo necesitas. Un día dejan de cocinarte, y la gente te dice, "como puede ser que no hayas probado esto todavía", "date un caprichito, mujer, que a nadie le desagrada un dulce, total, estás buena y eres joven", o "vente a comer conmigo", etc.
Cuando crees que alguien te quiere mucho, uno se relaja y deja de descubrirse, de buscar lo mejor para sí mismo, de estar alerta, de darse caprichos. También intentas no molestar a esa persona que te quiere tanto, y dejas de hacer ciertas cosas que te llamarían la atención, porque así lo prefieres.
Pero llega el día en que en vez de dos, eres una. Y te sientes incompleta, perdida, traicionada y sin sentido. Casi enferma. Si dormir y comer no te interesan, mucho menos lucir guapa o ser sociable. Gracias a dios esa etapa me duró poco... ¡despierta! Si no hay nada que hacer al respecto, ¡por qué sufrir! Mis amigos tienen su propia vida, viven su propia felicidad, pero sé que aun los tengo. La familia en cambio sí intenta ayudar pero no saben cómo. También conocí a un chico que me hizo sentir que todavía me latía el corazón. Necesitaba algo más que todo eso porque no me veía con las fuerzas necesarias para empezar un trabajo nuevo y unas duras oposiciones, ¿qué hago?
Busqué una vía de escape que me permitiera reflexionar y cambiar de ambientes. Irlanda, mejor que cualquier antidepresivo. 2 meses y medio de terapia.
Es hora de volver. Oh volver. No importa, puedo empezar de cero, puedo hacer lo que una chica libre haría sin dar explicaciones, puedo seguir haciendo lo que solo era mío y de nadie más, como estudiar y salir con mis amigos. Haré nuevos amigos, experimentaré, cantaré, beberé y volveré a casa a las 6.
No me derrumbé porque empecé a quererme de verdad. Quizás mis acciones no reflejaban la mejor forma de "quererse", pero estaba siendo feliz porque me perdoné a mí misma. Y lo descubrí precisamente cuando quedé para un café con el que desapareció de mi vida, supuestamente para hablar todo lo que tuvimos que hablar en su tiempo. Me vió fuerte, guapa, ilusionada, independiente, y lo más importante de todo, feliz incluso en frente suya. Y eso se nota. Lo que unos meses atrás me hubiera dado un ataque de ansiedad, ahora me sentía confiada en frente suya.
¿Pero que es lo que estaba sintiendo? No era rabia, ni rencor, ni pena, ni ganas de fardar... no tenía malos sentimientos cuando le miraba a lo ojos. Nada. Solo quería oir de sus labios que era feliz, que había conocido a alguien. Y cuando me lo confirmó, no sentí envidia, ni celos... nada. Solo ganas de ayudarle, de animarle, de seguir formando parte de su vida como una amiga a quien le cuentas los cotilleos. ¿Pero por qué estaba reaccionando así? ¿Por qué le dejé que me diera un abrazo si no se lo merecía? Me había ausentado de su vida, así que nunca tuvo su ración de enfado y odio que tendría que haber tenido de mi parte, para que viera como me mató en vida.
Nada.
Después de ese día, yo seguí pasándomelo bien con mis amigos, haciendo el amor, estudiando, celebrando las navidades con mi familia. No intentaba engañar a nadie porque mi sonrisa era verdadera.
A lo mejor no me importaba tanto mi relación como yo pensaba si me he podido recuperar tan facilmente. Miles de ideas me venían a mi mente. Aunque fui sincera en todo momento, empecé a jugar con los chicos según mi conveniencia, como si no tuviera sentimientos, como si nada me enamorara ni me hiriera. Quizás yo sea así. como las chicas a las que juzgaba. De modo que también empecé a quedar con él.
Obviamente él quería tener la oportunidad de quererme de nuevo. Yo no le iba a dejar, tenía muy claro que no puedes encontrar el antídoto en lo que fue tu veneno.
Pero las cosas no son tan simples. Ni blanca ni negra, ni si quiera grises. Quizás no estaba hundida porque ahora sabía que no lo había perdido del todo y podíamos saludarnos por la calle. Quizás nunca nos dejamos de amar aunque hayamos estado con otras personas. Quizás él me dejó porque me amaba. Sí, increíblemente, es posible.
Yo le traicioné hace años, y esa manchita negra ha ido expandiéndose en mi conciencia y en su corazón  silenciosamente... hasta que por miles de factores más como la distancia, los malos amigos, los problemas familiares y los fracasos personales le hicieron tirarse al pozo, del cual yo era la única que sabía sacarle. Cortó mi cuerda. Lo que no sabía y luego se arrepintió es que todos los pozos tienen fondo, de hecho fue un buen porrazo contra el frío y duro suelo, como él me lo describió durante un paseo por la Atalaya una fría mañana de diciembre.
¿Es tan difícil perdonar? Quizás una vez me despojé de mis ataduras y mi mala conciencia, era más fácil ayudar al otro a desprenderse de las suyas. Al amor contenido se sentía y solo nos separaban nuestras decisiones de no mostrarlo. ¿Qué necesidad de caer en el mismo error? ¿de rebajarse? ¿de ir en contra de todo el mundo?
Sin embargo, cuando estoy con él, el mundo se para y él comienza a ser mi mundo. La persona que me ha hecho más daño en toda mi vida y que quiere pagar su deuda con una simple y vaga promesa de hacerme feliz el resto de mi vida. Unas palabras que se las llevaría el viento si no fuéramos tan cabezotas. ¿Soy ingenua, débil, tonta? Para el resto puede que sí.
No soy el tipo de persona que el resto quiere que sea, a imagen y semejanza suya. A mi madre, a mi mejor amigo y muchas personas más, les cuesta perdonar. y son ellos lo que lo sufren. No comprenden a los que lo hacen naturalmente porque ellos mismos llevan el orgullo sobre los hombros. Se sienten heridos pero no intentan curarse ellos mismos si no que esperan que la persona que los lastimó vaya con suero y tiritas, y ni aunque eso pasara, dejaría ser sus pacientes. Mi dura e inflexible madre, quien quiere lo mejor para mi, va a ser mi batallón más grande a partir de ahora. Yo digo que con los hechos y el tiempo, pero a veces ni las evidencia quieren ser reconocidas.
Soy consciente que nada será igual. Y eso me duele y me revuelve el estómago, pero lo que no puedo esperar es que la gente perdone porque yo puede hacerlo. Todos somos diferentes, con diferentes formas de reaccionar ante lo que nos ocurre, diferente formas de relacionarnos con los demás,  diferente formas de ver los hechos.
Ese parón, respiro, separación o como lo quieran llamar nos ha venido muy bien a ambos.
Yo lo que he visto aqui ha sido un hombre que ha sido niño tras ahogarse con los problemas de adultos; un hombre que ha visto destrozar todo lo que quería y ha seguido haciéndolo porque ya no había marcha atrás; un hombre arrepentido, ha admitido su culpa, se ha comido su orgullo y ha intentado pedir perdón aunque lo creía todo perdido. Un hombre que es débil, pero que por amor, está empezando a ser fuerte para poder conseguir y mantener lo que quiere. Un hombre que es todo corazón, muy pasional, y por lo tanto a veces inestable. Pero nadie es perfecto.
Lo siento, no puedo castigar de por vida a alguien que me hizo sentir puñales en el alma, simplemente porque no puedo. Pidió una segunda oportunidad, y muy en el fondo, yo quería que la pidiera. Se lo merece porque su esencia es buena, y la capacidad que tiene de superarse es tremenda si tiene una buena razón.
Si recae en sus inseguridades, envidias y falta de amor propio, entonces ya me habrá demostrado que no puedo caer al pozo con él y cortaré la cuerda para siempre. Pero de eso se trata las segundas oportunidades, en tener la esperanza de que eso, a pesar de que sea posible, no pasará y nos encargaremos juntos de que no vuelva a pasar.
En serio, ¿Es tan difícil perdonar a los que se quiere?
P.D. Siempre me encantó, me encanta y me encantará la "comida casera".