domingo, 19 de diciembre de 2010

Oh extraña Navidad, sueña


No sé si es porque se acercan las Navidades o porque se acercan los 20, pero hay algo en el aire que anuncia una nueva ¿etapa?
Siempre estoy al acecho de ocasiones especiales, sentimientos nuevos o cualquier cosa que brote por primera vez con ilusión; supongo que en estas fechas es más factible que se dé el caso.
Otra vez cenas con la clase, cenas con la familia... árboles azules que te deslumbran, compras de último momento... todo igual. Aparentemente.
Aparentemente nada ha cambiado este año, y aún así, siento que va ha ser totalmente distinto. Es como si el año pasado hubiera sido la despedida de tantas cosas sin haberlo sabido.
¿Qué ha cambiado? ¿Por qué siento que ha cambiado algo? Algo o todo, porque cuando algo cambia, todo es diferente. Y quien me conozca sabrá que lo diferente me llama un tanto la atención, en este caso, la incertidumbre es la que manda.
Supongo que tú vives en un mundo igual que en el que viviste ayer. Similar. Familiar. Conocido.
Sin embargo yo siento como si me hubieran transportado a una realidad paralela, como un sueño. Y todo se vuelve diferente, inusual, desconocido...
¿Habeis sentido eso alguna vez, como si miraras por la ventana y ahi fuera estuviera la misma calle de siempre, las mismas farolas y las mismas tiendas y aún así sintieses algo extraño esa mañana, quizás siniestro? ¡Todo boca abajo, y nadie me ha avisado!
Hoy veo mi mundo desde los ojos de un loco, esos que ven cosas que nosotros no, que imaginan y sientes extrañezas.
Yo sí que estoy extraña, ¿tú no?

sábado, 11 de septiembre de 2010

Fotografía de nuestra realidad actual

Os pongo un, para mí, genial artículo de Arturo Pérez Reverte, publicado en
El Semanal el 9 de febrero de 2003:


LA MOCHILA Y EL CURRICULUM.

Llueve a ratos, y Madrid está frío y desapacible. Pasan paraguas al otro lado del escaparate de la librería de mi amigo Antonio Méndez, el librero de la calle Mayor. Estamos allí de charla, fumando un pitillo rodeados de libros mientras Alberto, el empleado flaco, alto y tranquilo, que no ha leído una novela mía en su vida ni piensa hacerlo -«ni falta que me hace», suele gruñirme el cabrón- ordena las últimas novedades. En ésas entra un chico joven con una mochila a la espalda, y se queda un poco aparte, el aire tímido, esperando a que Antonio y yo hagamos una pausa en la conversación. Al fin, en voz muy baja, le pregunta a Antonio si puede dejarle un currículum. Claro, responde el librero. Déjamelo. Y entonces el chico saca de la mochila un mazo de folios, cada uno con su foto de carné grapada, y le entrega uno. Muchas gracias, murmura, con la misma timidez de antes. Si alguna vez tiene trabajo para mí, empieza a decir. Luego se calla. Sonríe un poco, lo mete todo de nuevo en la mochila y sale a la calle, bajo la lluvia. Antonio me mira, grave. Vienen por docenas, dice. Chicos y chicas jóvenes. Cada uno con su currículum. Y no puedes imaginarte de qué nivel. Licenciados en esto y aquello, cursos en el extranjero, idiomas. Y ya ves. Hay que joderse.

Le cojo el folio de la mano. Fulano de Tal, nacido en 1976. Licenciado en Historia, cursos de esto y lo otro en París y en Italia. Tres idiomas. Lugares, empresas, fechas. Cuento hasta siete trabajos basura, de ésos de tres o seis meses y luego a la calle. Miro la foto de carnet: un apunte de sonrisa, mirada confiada, tal vez de esperanza. Luego echo un vistazo al otro lado del escaparate, pero el joven ha desaparecido ya entre los paraguas, bajo la lluvia. Estará, supongo, entrando en otras tiendas, en otras librerías o en donde sea, sacando su conmovedor currículum de la mochila. Le devuelvo el papel a Antonio, que se encoge de hombros, impotente, y lo guarda en un cajón. Él mismo tuvo que despedir hace poco a un empleado, incapaz de pagar dos sueldos tal y como está el patio. Antes de que cierre el cajón, alcanzo a ver más fotos de carnet grapadas a folios: chicos y chicas jóvenes con la misma mirada y la misma sonrisa a punto de borrárseles de la boca.

España va bien y todo eso, me digo. La puta España. De pronto la tristeza se me desliza dentro como gotas frías, y el día se vuelve más desapacible y gris. Qué estamos haciendo con ellos, Maldita sea. Con estos chicos. Antonio me mira y enciende otro cigarrillo. Sé que piensa lo mismo. En qué estamos convirtiendo a todos esos jóvenes de la mochila, que tras la ilusión de unos estudios y una carrera, tras los sueños y el esfuerzo, se ven recorriendo la calle repartiendo currículum en los que dejan los últimos restos de esperanza Licenciados en Historia o en lo que sea, ocho años de EGB, cinco de formación profesional, cursos, sacrificios personales y familiares para aprender idiomas en academias que quiebran y te dejan tirado tras pagar la matrícula. Indefensión, trampas, ratoneras sin salida, empresarios sin escrúpulos que te exprimen antes de devolverte a la calle, políticos que miran hacia otro lado o lo adornan de bonito, sindicatos con más demagogia y apoltronamiento que vergüenza. Trabajos basura, desempleos basura, currículums basura. Y cuando el milagro se produce, es con la exigencia de que estés dispuesto a todo: puta de taller, puta de empresa, boca cerrada para sobrevivir hasta que te echen; y si tienes buen culo, a ser posible, deja que el jefe te lo sobe. Aún así, chaval, chavala, tienes que dar las gracias por los cambios de turno arbitrarios, los fines de semana trabajados, las seiscientas horas extras al año de las que sólo ochenta figuran como tales en la nómina. Y si encima pretendes mantener una familia y pagar un piso date con un canto en los dientes de que no te sodomicen gratis. Flexibilidad laboral, lo llaman Y gracias a la flexibilidad de los cojones se han generado, dice el portavoz gubernamental de turno tropecientos mil empleos más, y somos luz y fan de Europa. Guau. Gracias a eso, también, un chaval de veintipocos años puede disfrutar de la excitante experiencia de conocer ocho empleos de chichinabo en tres o cuatro años, y al cabo verse el la calle con la mochila, buscándose la vida bajo la lluvia. Partiendo una y otra vez de cero. Flexibilidad laboral. Rediós. Cuánto eufemismo y cuánta mierda. A ver qué pasa cuando, de tanto flexionarlo, se rompa el tinglado y se vaya todo al carajo, y en vez de currículums lo que ese chico lleve en la mochila sean cócteles molotov.

sábado, 19 de junio de 2010

La cultura de la tortura



No me lo puedo creer.
A estos impresentables malnaciodos es vergüenza lo mínimo que les debería de dar