despliega tu abanico de encantos
y olvídate del resto del mundo.
Descorchemos nuestra mejor botella
que quiero brindar por la vida
y dile al violinista
que nos toque desde el tejado
notas de noche abierta.
Yo me pondré mi vestido para ocasiones celestiales,
ese de seda y cola larga
para que dibuje nuestros pasos de baile.
Podemos abrir los ventanales que dan al balcón
y quedarnos allí,
entre los jazmines y el farolillo de luz de luna.
Podemos mirarnos el resto de la noche
o bien cerrar los ojos,
cogernos las manos
y morir sintiendo nuestra piel...
porque nos merecemos soñar*
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