sábado, 25 de junio de 2011

Impresiones parcheadas


La incomodidad es la sensación que recurre más en mí durante estos días, como si un clavo por cada cosa que me molesta arremetiera contra mí. Mi cerebro, pronto en estado líquido, no me deja ni estudiar ni olvidar, algo así como aquella serpiente que se come a sí mima por la cola… una fastidiosa órbita cerrada.
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No encuentro lugar: o todo está oscuro o ruidoso o caluroso; viviendo en la tercera planta del bloque infierno, entre seres que saltan chispas y malas tentaciones… todo en contra de mi conciencia cada vez menos tranquila. Los días desfilan envueltos en llamas y yo no deseo nada más que llorar para apagarlas.
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Ansío la libertad y sin cargos, pero para eso tengo que tener buena conducta ahora. Interceptada, agobiada, malhumorada, pasiva, vaga… ¿qué me pasa? Así nunca.
Total, para qué quiero dos meses de vacaciones… es el pensamiento más positivo que puedo digerir.
Sé que tendría que reaccionar de otra manera antes los estímulos exteriores e interiores y puede ser que lo logre, mucho depende de este lunes.
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Para desviar mi mente intento enfocar mis pensamientos en otras cosas: mis amigos, el verano que me espera impaciente e incluso en ponerme en forma. Pero nada de eso me relaja puesto que también les encuentro sus pegas y mi desgana hacia ciertos aspectos.
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Lo único que puede rellenar mis líneas en blanco es el Amor que por suerte nunca dejo apartado. A pesar de la compartida irritabilidad creciente, siempre damos con un bache para que aminoremos la velocidad cuando nos embalamos, un tope invisible de respeto y paciencia.
Creo que ya no puedo tener una estabilidad emocional si me falta Él. Lo agradezco en lo bueno, y lo necesito en lo malo. Sería una ceniza sin todo lo que Él significa.
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Envejecida por la responsabilidad pero tierna con la experiencia, aprendo cada día a rejuvenecer en madurez, a sentir con el corazón y a pensar con la cabeza, al contrario de lo que he hecho hasta ahora, exploradora de sueños!
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Sin embargo, ahora me ronda el estómago la sensación de que no estoy haciendo nada con mi vida. Es posible que, sin saberlo y sin poder hacer nada al respecto, esté plantada ante una bifurcación de destinos sin saber cuál recorrer.
Lo único que sé es que no puedo desandar lo andado. Rendirse es una elección menos cobarde que inteligente… todo depende de qué tipo de persona sea*

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