Algo inesperado tendría que haber sucedido para que la vida me sorpendiese, pues últimamente siempre me da de lo mismo. Tendría que haber llegado a la ciudad alguien desaparecido o, si no, haberse fugado un loco enamorado, pero nada por el estilo ha pasado hoy, un día que habría dejado de ser normal.Una noche húmeda, caracoles pequeños subidos encima de los grandes y unos gigantes observándolos mientras ascendían por la montaña de difuntos "empinados";en la cima, un plan distinto arropado por un manto de estrellas que trae recuerdos de tiempos más saludables.
No nos engañemos por el primer capítulo, pues este libro sin acabar es como una tómbola que con su aguja dictatorial nos obliga a cerrar aquella secuencia con un redoble de tímpanos. Nadie entiende, algunos escuchan y otros escriben; es comprensible.
Hoy, un día normal, así como normalmente nefasto, no desaparece, se recicla y se transforma, aunque las voces que oigo en mi cabeza cada vez me hacen enloquecer más y peor, hasta que pierda la desgastada cordura que me queda pegada en los labios.
No estoy loca aún, porque Ayer es el hijo de Hoy, y éste lo será de Mañana, porque esta herencia de parecidos provocan que sea materialmente incapaz de cambiar mi situación.
Algunos no cambian, pero tampoco lo hago yo.
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